16/12/16

"Lilith es símbolo de la madre terrible, lo que hace de ella alguien vengativo".

Cada vez es más importante, como en otras muchas disciplinas, la presencia del vampiro en eventos de tipo académico y cultural: más allá de capas y colmillos, el upiro se ha convertido en referente primordial a la hora de explicar el devenir de ciertas sociedades desarrolladas, desde sus miedos más íntimos hasta su deseo de libertad, pasando por lo oculto, por ese otro resorte desde el que se genera todo un ardid de comportamientos nada deseables.

¿Es el vampiro un referente del mal o lo es de la liberación del individuo? ¿Es ese individuo el mismo ser social al que las masas pretenden domesticar o, por contra, una nueva forma de apertura hacia nuevos planteamientos? Porque es ahí donde radica la importancia de esta cuestión: ¿existe voluntariedad de los actos sociales o éstos meramente se circunscriben a argumentos autoimpuestos? ¿Es el vampiro la superación de tales conflictos? Su controvertida figura obedece a diferentes lecturas y reinterpretaciones: desde el ámbito de la Psicología y, por ende, la explicación freudiana del mito; de la Antropología y su aproximación desde teorías procedentes del folclore; o de la Filosofía, que también intenta catalogar ciertos males del espíritu ya desde el siglo XVIII removida por los casos de vampirismo que recorren Silesia y los Países Bálticos, por ejemplo.

Mitjans y Las hijas de Lilith (E. Bornay)
El trabajo de la investigadora Bernia Mitjans recorre cuidadosamente el mito de Lilith, con sus continuas mimetizaciones a lo largo de la historia y su presencia, no sólo en manifestaciones pictóricas, sino también en la música, por ejemplo. Silenciada por la Iglesia Católica y, por tanto, alejada de la interpretación religiosa dada a la primera mujer de Adán, por resultar tan incómoda como María Magdalena o como los mismos textos judíos, el estigma de mujer demoníaca ha perdurado hasta nuestros días. ¿Cuánto hay de cierto en todo ello?

"Mi investigación actual -comenta Bernia- gira en torno a la representación de la mujer siniestra en la cultura visual contemporánea, debido a que es un tema muy amplio, por lo que, tanto Lilith como la mujer vampiro en general son unos de los personajes principales de mi objeto de estudio. Pero también lo son personajes mitológicos rescatados como Sélene, Hécate, las sirenas, o las brujas". La leyenda medieval sobre Lilith "proviene de un midrash -investigación que tiene por objeto facilitar el estudio de la Torá- del siglo XII, donde se cuenta que la primera mujer de Adán fue Lilith, la cual se rebeló contra él y le abandonó". En su búsqueda por la igualdad, Lilith consideraba ofensivo yacer debajo de su marido durante el acto sexual y, por tanto, inadmisible la idea de ser obligada por la fuerza. "Erika Bornay -prosigue-, en su estudio sobre la imagen femenina como femme fatale, nos explica que Lilith fue posiblemente adquirida o adoptada por los rabinos por necesidad. Es decir, necesitaban de otra figura femenina para no culpar a Eva de todos los males de la humanidad".

Arpía, de Eduard Munch.
Sin embargo, para los antiguos mesopotámicos, Lilith no era, en su origen, un vampiro. A menudo, se sincretiza como la diosa madre o incluso se la conoce bajo distintos nombres: la Innana sumeria, la Ishtar acadia y la Astarté fenicia, o como Lilîtu, Lalu o Lulû, que denotan en su significado la lujuria o el desenfreno. Jacobo Siruela, en su prefacio a El Vampiro (2002), nos dice que "Hécate, la reina de los espectros, también contaba entre su séquito con entidades como Empusa, cuya versión latina puede observarse en Lamia, demonios femeninos que yacían junto a los hombres durante el sueño para beber de su sangre hasta provocarles la muerte". Su afición por los bebés, a quienes arrebataba del seno de sus madres para succionarles la sangre, la convierte en "nexo entre la demonología babilónica y hebrea, y también entre la judía y la cristiana". Y por ello, "su cuerpo desnudo a veces acaba en forma de serpiente, como la Melusina medieval", y se asocia de este modo a la simbología cristiana que encarna la tentación en representaciones pictóricas posteriores.

Xilografía de Lilith. Augsburgo, 1470.
Como señala Bernia Mitjans, "Lilith está intrínsecamente relacionada con el diablo medieval centro-europeo: es símbolo de la madre terrible, porque personifica el imago materno -uno de los arquetipos definido por Jung-, es decir, la representación de la idea de la madre venerada durante la infancia, pero también temida, lo que hace de ella una figura vengativa que actúa contra el hijo y el esposo". A ojos de los hebreos, y siguiendo al profesor Jean Marigny, "Lilith es ante todo culpable de transgredir el tabú absoluto de la Ley mosaica, que prohíbe el consumo de sangre de los seres vivos [...]. Asimismo, la sangre menstrual es el origen de todo tipo de maldiciones y bajo ningún concepto la mujer debe mantener relaciones sexuales durante el período, pues es impura", algo que, lamentablemente aún en nuestros días, podemos comprobar en informaciones recientes.

De aquí van a ir surgiendo nuevos conceptos, esquemas mentales primitivos que progresivamente se estructuran en nuevas creencias sustentadas en la sangre, en lo desconocido y en el Mal que regentan. Reginald Campbell, en The Devils and Evils Spirits of Babylonia (1903), nos remite a "siete fantasmas que atacan los hogares y se ensañan con los hombres, y derraman su sangre, y devoran su carne, y chupan sus venas", además de a una interesante advertencia: "Allí donde prevalezcan las imágenes de los dioses, ellos [los demonios] tiemblan...", lo que nos conduce inevitablemente a la idea que tenemos, en parte gracias al cine, de que los vampiros aborrecen las iglesias y cualquier iconografía religiosa.

Remedios Varo, Vampiros vegetarianos.
En el aspecto personal, muchos e interesantes son los referentes que Bernia Mitjans citó durante la entrevista. Nos ha llamado la atención especialmente su afición por el personaje de Catwoman o por la mujer-lobo -ella misma menciona a Pilar Pedraza como una de sus autoras favoritas, lo cual nos recuerda su novela El síndrome de Ambras (2008) y el tema de la licantropía femenina-, y que de entre sus pintores e ilustradores predilectos destaquen autores que, de alguna manera, se acercaron al mito de Lilith o de la femme fatale. Tal es el caso de la argentina Leonor Fini con su serie de litografías Carmilla, donde podemos encontrar a los Karnstein, sin duda influenciada por el escritor Sheridan Le Fanu y por la famosa trilogía cinematográfica de la que forma parte The Vampire Lovers. También la española naturalizada mexicana Remedios Varo y sus Vampiros Vegetarianos, o Victoria Francés componen esta filiación feminista de la investigadora valenciana.

"La cultura popular y audiovisual actual -señala Bernia- ha recreado a Lilith como reina de los vampiros: así aparece en la cuarta temporada de la serie Supernatural (Eric Kripke, 2005) y en la serie True Blood (Alan Ball, 2008)", pero también como personaje de la literatura contemporánea, con autores como José Saramago y su novela Caín (2009), donde encontramos a una "mujer insaciable, posesiva y sensual, esposa insatisfecha del señor del pueblo, Noah, que elige cada cierto tiempo a algún esclavo para mantener numerosas relaciones sexuales". Transmutada ya en mujer fatal de nuestro tiempo, la elección de Lilith como representación iconográfica del vampiro, "surgió por su propio peso, ya que fue investigando acerca del origen de la mujer vampiro cuando descubrí al personaje de Lilith, allá por el año 2009, y cuando apenas había nada relacionado con ella ni en internet, ni en los medios académicos, ni en los más populares".

Si quieres consultar la segunda parte de la entrevista, continúa leyendo.





© Del texto y traducciones, Fuera de Contexto, 2016.
© Javier Prieto es periodista y criminólogo.